EL SEÑOR DE LOZANILLOS

Ideas, testimonio, humor y reflexiones para que las piedras del camino sean escalones y no obstáculos.
Para PASARLO BIEN HACIENDO EL BIEN

miércoles, 18 de abril de 2012

80 años de amor en 1000 palabras


Desde hace unos años, cuando miraba en lontananza la llegada del 80 cumpleaños de Fanny, mi madre, imaginaba cómo celebrarlo junto a ella. Pensaba en regalarle un viaje a su Chile natal, adonde no ha ido en los últimos sesenta años. También pretendía juntar, quizás por última vez, a los cuatro hermanos. Soñaba, al menos, con poder acompañarla y compartir con ella este día grande. 

Sin embargo, cosas de la Providencia, nos toca vivir a distancia una fecha tan señalada como hoy, 18 de abril de 2012, en que cumple ochenta años. La salud, la economía y algún otro impedimento, han hecho imposible el encuentro y la fiesta. Me duele un montón, porque pretendía rendirle el homenaje que merece por sus ochenta años de amor. Pero como sé que le gusta leer las cosas que escribo (amor de madre), voy a dedicarle unas letras.


El niño que llevo dentro, ese que años atrás no comprendía tantas y tantas cosas, ese que no sabía apreciar tantas actuaciones, es quien se pone ahora delante del teclado.

Gracias, mamá, por la vida. Porque llegué a este mundo de forma inesperada y complicada, y aun así, fuiste valiente y decidida para tenerme y apostar por mí, a pesar del miedo y el desconcierto que significó para ti quedarte embarazada en aquellas circunstancias.

Gracias, mamá por tu decisión. Por renunciar a tu propia vida, a tu amor, a tus anhelos, al hombre de tu vida, a tu prestigio profesional a cambio de la peligrosa aventura de convertirte en madre soltera y sin trabajo en medio de una ciudad desconocida.

Gracias, mamá, por tu sacrificio. Por el SÍ QUIERO que implicaba decir NO a tantas cosas, a tu tiempo, a viajar, a divertirte de otra manera, a triunfar como artista... a cambio de mí.

Gracias, mamá, por tu esfuerzo. Por disfrazar un alma bohemia y de artista como la tuya en la de una mujer ordenada y disciplinada, para sacar adelante a tu hijo con horas y horas... y más horas de trabajo, que no siempre te gustaba.

Gracias, mamá, por tu tiempo. Por no limitarte a sacarme adelante en lo económico, sino dedicar tantos momentos a estar conmigo: jugando, charlando, escuchando, o sencillamente estando ahí.

Gracias, mamá, por escucharme. Por comprender que no sólo se trata de hablar, sino que para forjar a una buena persona, es indispensable escuchar.

Gracias, mamá, por tu ejemplo. Por hacer que tu silencio hablase más que tus palabras a la hora de enseñarme la diferencia entre el bien y el mal. Por ser modelo de comportamiento en quien fijarme a la hora de aprender a vivir.

Gracias, mamá, por tu sinceridad. Por haberme contado toda la verdad sobre mi origen, sobre mi vida y sobre la tuya, sin hacerte la heroína, mostrándote tal como eras y no echando culpas de nada a nadie.

Gracias, mamá, por tu “paternidad”. Por suplir de forma brillante la presencia del padre que no estaba, sabiendo aportar la fortaleza, la seguridad, para que mis carencias afectivas fueran las menos posibles.

Gracias, mamá, por mi padre. Por hablarme bien de él, a pesar de que en su ignorancia te propusiera una “solución rápida” a tu embarazo. Por enseñarme a quererle, por hacer que su imagen estuviera siempre viva a nuestro lado, por destacar siempre su bondad y sus cualidades. Por recordarme cuánto me quería. Por dar un abuelo a tus nietos.

Gracias, mamá, por tu confianza. Por darme siempre un voto de confianza, incluso cuando de joven te engañaba y lo sabías. Por no perder la esperanza en que algún día llegase a ser un buen hombre, a pesar de que a veces lo vieras muy negro.

Gracias, mamá, por la abuelita. Por tenerla siempre contigo y hacer que se convirtiera para mí en el dulce y maternal ayuda, cuando tu ausencia era inevitable. Por permitir que fuera mi refugio y mi consuelo cuando me enfadaba contigo.

Gracias, mamá, por tu educación. Por enseñarme a ser persona desde casa, en el día a día. Por mandarme al mejor colegio, a ese que no podías pagar, pero pagaste. Por mostrarme el valor del trabajo. Por animarme a trabajar desde tan joven y dejar que lo hiciera. Por respetar siempre mi libertad y recordarme que ha de ir de la mano de la responsabilidad.

Gracias, mamá, por tu generosidad. Por ayudarme también en lo material, en lo económico, cuando las cosas no han ido bien, de forma totalmente desinteresada y si pestañear.

Gracias, mamá, por el Baru. Por ese perrucho que fue mi compañero de juegos en los ratos de rebeldía adolescente, cuando me iba a la playa a correr con él.

Gracias, mamá, por mi niñez. Por hacer que yo fuera un niño tan feliz en tan complicadas circunstancias. Por las generosas meriendas a las seis de la tarde con mis amigos. Por la enorme tarta-ciudad de mi décimo cumpleaños, que te curraste a mano. Por mis ‘Baltarini’, aquellas deportivas verdes que no eran de marca pero que adoraba, y con las que corría más que nadie. Por hacer que alguien me enseñara a montar en bici, porque papá no estaba. Por enseñarme que las mejores cosas de la vida, no son cosas.

Gracias, mamá, por mis primos. Por estar siempre cerca de ellos y dejar que fueran los estupendos hermanos mayores que no tuve.

Gracias, mamá, por enseñarme enseñarme que a las personas nunca, hay que juzgarlas, sino respetarlas y quererlas, aunque nos hagan daño.

Gracias, mamá, por transmitirme la fe. Por rezar el rosario en casa cada día, ¡con las letanías en latín, uff!; porque aunque me parecía un rollo, fue semilla que luego dio fruto. Por hablarme de Dios a través de cada cosa que tu hacías. Por respetar mis decisiones equivocadas y dejar que tuviera mis propias caídas.

Gracias, mamá, por tu amor. Por convertir toda tu persona, toda tu existencia, en don gratuito para mí.

Gracias, mamá, por enseñarme a amar.

Hoy te regalo estas palabras desde lo más hondo de mi corazón, y con ellas quiero gritarte ¡GRACIAS!, orgulloso y convencido de que has sido y eres la mejor madre que nadie hubiera soñado tener.

Feliz cumpleaños. Te quiero.