EL SEÑOR DE LOZANILLOS

Ideas, testimonio, humor y reflexiones para que las piedras del camino sean escalones y no obstáculos.
Para PASARLO BIEN HACIENDO EL BIEN

miércoles, 26 de enero de 2011

El ciento por uno... y mucho más

No falla: cuando uno hace algo por alguien sin esperar nada a cambio -amar, creo que se llama- recibe una recompensa que ni esperaba ni podría haber imaginado.

La historia que te voy a contar va de eso: de hacer algo muy, muy pequeño por tu madre, y obtener el regalo de ver como su angustia vital se torna en Felicidad en cuestión de horas. Sobre todo, porque sabes que el resultado no depende de ti, que no eres Supermán, sino de alguien que puede mucho; que lo puede todo. 

Y la cosa va de MADRES... 

Así que abróchate el cinturón, relájate y déjate llevar, porque despegamos...



El 4 de marzo de 2008 acompañé a mi madre, al aeropuerto de Barajas para tomar su vuelo de regreso a Gran Canaria, después de compartir con ella una peregrinación a Medjugorje, a la que acudió más que a regañadientes. Estaba, en ese momento, a punto de cumplir setenta y seis años; sin embargo, se despidió de mí con estas palabras:

"... bueno, hijo mío, gracias por todo. Me voy a Las Palmas... para empezar a vivir la segunda parte de mi vida..."

A los pocos días le pedí que lo escribiera, que plasmara en un papel su testimonio. Es este:


"LA SEGUNDA PARTE DE MI VIDA"

Me has pedido, hijo, que trate de contar mis impresiones de la peregrinación a Medjugorje, algo que tengo constantemente en el pensamiento, pero que no sé como expresar con esta mente desordenada. Así que iré diciendo, a cachitos, lo que hay aquí adentro.

La verdad es que no quería ir, porque me sentía cómoda con mi vida 'piadosa' y en lucha por aumentar la fe. Pero me convenciste. Me dije: "... ya es hora de que a estas alturas de tu vida hagas algo más para buscar al Señor...". Y me fui con ese grupo pequeñito de amigos; además, tú y el Padre Francisco. Avión a Barcelona, avión a Dubrovnik y guagua hasta Medjugorje. Llegué agotada.

Ahora tendría que ponerme a memorizar lugares, fechas y situaciones; pero lo que quiero plasmar es la sensación de Paz, la actitud positiva de todos y la alegría, acompañada en visitas y encuentros, por las fieles traducciones de Filka.

Allí está El Señor.

También quiero recordar el cansancio, las cabezadas y las fuerzas que no sé de dónde saqué; y la sillita y el bastón que me regalaste. Subí con tu ayuda unas empinadas montañas, llenas de enormes y puntiagudas piedras, mientras hacíamos el Vía Crucis comentado por el sacerdote. Krizevach (el monte de la Cruz)Al llegar a cada estación: descanso, sillita, un trago de agua y prestar atención. En ningún momento pensé otra cosa que en ofrecer al Señor las caminatas, tratando de participar con todos en la oración durante la ascensión.

Al día siguiente tomamos el camino al Podvdro (colina de las apariciones) rezando el Santo Rosario. Iguales piedras, la ayuda tuya y de Nacho. Gran silencio y devoción por parte de todos.

Llegamos a una zona algo más llana, donde hay una cruz marrón; yo seguía, sin aliento, el murmullo de las Avemarías. De repente, se levantó una suave brisa y percibí un aroma que me obligó a mirarte; tú me devolviste la mirada y, sonriendo, te tocaste la nariz. El corazón me dio brincos, porque era un olor a rosas. Seguimos avanzando hasta llegar a un lugar donde se encuentra una estatua de la Virgen, que fue donada por una familia coreana, esculpida en mármol blanco de Carrara. Paramos todos a mirarla; yo, descansando en mi sillita, la contemplé con detenimiento, pues es bellísima, pero reconozco que sin otro interés que el estético.

El cielo, muy azul, sin nubes; el sol, radiante... y de repente... me sonrió. ¡Sí, me sonrió! Se entrecerraron sus ojos, se hundieron las comisuras de sus labios y me miraba... Se me inundó el alma de dicha; me comuniqué con ELLA, la entendí, supe cuánto nos ama, cuánto me ama. Le conté lo que me preocupa, le rogué que mi fe fuera más grande, más activa. Le pedí ayuda para ser más guerrera. Comprendí que siempre está a mi lado. Lloré de alegría.

También vi en ELLA una expresión tristísima mientras rezamos la Salve. No me quería haber ido.

Deseo vivir siempre esa proximidad con mi Madre, la Reina de la Paz. La vi y me sonrió. No sé si con los ojos del alma o con mis cansados ojos, pero la vi y me transmitió su amor; y me llenó de paz, de serenidad y de amor. Me comuniqué con ELLA sin palabras. Me dijo que mi cruz es esa que no me gusta, quizás es pequeñita, pero que a mí me parece tan grande. Pequeñita, cuando veo tanto sufrimiento, tanto dolor sin consuelo, sin esperanza.

¿Será verdad que he iniciado la segunda parte de mi vida? ¿Seré capaz de no mirar hacia atrás?

Sigue siendo todo difícil para mí, pero soy consciente de que el SEÑOR y la MADRE están conmigo y me aman como soy: pequeña, desmemoriada, perezosa y tímida.

Haz, Rafa, lo que quieras con este relato, que sigo teniendo muy presente y vivo, y que ha sido para mí un Regalo del Cielo, que deseo no olvidar.

Todo mi cariño, hijo, de tu madre.

Fanny
Las Palmas, marzo de 2008