Muchos españoles tenemos por costumbre quejarnos amargamente ante la adversidad, cabrearnos y expresar nuestra indignación ante la injusticia, soltar todo tipo de... por la boca. Ay, si las miradas mataran...
Cuando Lola y yo éramos novios, ella estuvo unos meses en Londres como
auppaire -creo que se escribe así- aprendiendo a hablar inglés y a catar vinos. Fui a visitarla dos veces, y en una de ellas recuerdo que su "padre" de Inglaterra nos explicó en qué consistía, a su parecer, una de las mayores diferencias entre los hispanos y los anglosajones.
"Cuando un matrimonio de españoles va a un restaurante de calidad y la comida no está buena o hay un problema con el servicio...
... ponen el grito en el cielo, al camarero de vuelta y media, hacen venir al chef y hasta protestan por la abultada cuenta, tratando de regatear_________
________ pero a la semana siguiente, vuelven como si nada".
Por el contrario,
"Cuando un matrimonio de ingleses va a un restaurante de calidad y la comida no está buena o hay un problema con el servicio...
... no se quejan de nada, pagan amablemente e incluso dejan propina al camarero__________
________ pero al día siguiente, los vecinos, los amigos, los familiares, los compañeros de trabajo y el barrio entero, saben que en ese restaurante se come mal, y la gente deja de ir".
Podría decirse, en nuestra defensa, que somos apasionados, que estamos vivos, que tenemos corazón. Cierto, y además es maravilloso. Sólo que a veces no nos vendría mal un poco más de visión de la jugada en lo que a nuestra forma de actuar se refiere.
Y lo digo porque, en los últimos años, básicamente desde que gobierna ZP, escucho quejas y más quejas de muuuuchos católicos de pro; y las quejas son normales, lógicas. Pero lo que no parece lógico, es la forma en la que terminan su alegato:
"... menos mal que a este le quedan dos telediarios... " o
"... a ver si en las próximas elecciones hay un cambio, que ya está bien..." o bien
"... ¿por qué no se juntarán todos esos partidos pequeñitos para hacer una alternativa política interesante?..."
De verdad, me da mucha pena pensar que mucha gente buena tiene puestas sus ESPERANZAS en, por ejemplo, ¡un señor con barba llamado Mariano! Como si un cambio de gobierno fuera a revelarnos el auténtico sentido de nuestra vida, la razón de nuestro existir. ¿Qué haremos ese día, amodorrarnos como en otros tiempos y regocijarnos en nuestra propia satisfacción onanista por tener "el poder"? ¿Olvidarnos, quizás, de la lucha diaria porque estos los de ahora son "los buenos"?
Mientras los cristianos no depositemos y fundemos nuestra Esperanza en el Único que es merecedor de ella, es decir, CRISTO, mientras seamos tan soberbios que creamos que la solución a los males del país está sólo en nuestra mano, mientras pretendamos ser timoneles del destino de un mundo sin Dios, olvidando que Él no nos pide resultados, sino autenticidad, no veremos nada; no comprenderemos nada.
En Medjugorje, la Virgen María no nos dice
"...hagan, hagan, hagan..." sino
"... oren, oren, oren...". Y el padre Ksawery Knotz también se refiere a ello, cuando nos habla de la sexualidad:
"... menos técnicas y más vida interior...".
El pasado domingo, el sacerdote que celebraba la Misa, dijo algo en la homilía que me encantó:
"... la única y verdadera Paz para nuestro corazón, es la voluntad de Dios cumplida en cada uno..." Amemos, pues, con el corazón, como fruto de lo que llevamos dentro. Un poquito de por favor...
